22 de febrero de 2020, nuestro último inesperado día de escuela “normal”. Sí, ese sábado fue realmente nuestro último día de clases sin preocupaciones, en el que todos  estábamos felices de pasar  unos días en casa y con la familia por el puente de Carnaval y poder descansarnos y distraernos un poco del estudio. Ese día nadie imaginaba lo que pasaría después, nadie imaginaba que no volveríamos a la escuela, nadie imaginaba lo que tendríamos que enfrentar, el lockdown, la cuarentena, las máscaras, el distanciamiento, en fin, nadie imaginaba que tendríamos que luchar contra un enemigo invisible: Covid-19.

De aquel día recuerdo que yo estaba un poco triste, porque en marzo tendría que haber ido a Cádiz con mi escuela, pero como ya se había oído hablar de la presencia de este horrible virus en el mundo, mis padres estaban muy preocupados y dudosos sobre si enviarme o no. En ese momento no entendí la gravedad de la situación, me enfadé mucho con mis padres porque no quería renunciar a una oportunidad tan importante sólo por un estúpido virus, en efecto, pensaba que era algo lejano y que nunca podría afectarnos a mí y a mi país. Por desgracia, no ha sido así, el virus ha llegado rápidamente aquí y ha empezado a propagarse de forma incontrolada.

En efecto, desde aquel día, la vida de cada uno de nosotros, en particular de nosotros los estudiantes, ha debido cambiar de manera forzada  y por eso  recordaremos esa fecha para siempre. Pocos días después del comienzo del “lockdown”, profesores y alumnos comenzaron a experimentar una nueva metodología, la llamada DAD, a través de la cual comenzamos las clases a distancia.

Es verdad, yo primera, después de casi un año de DAD puedo decir con toda sinceridad que me encuentro muy bien, me gusta la idea de poder despertarme un poco más cómodamente por la mañana, de vagar por la casa durante los cinco minutos de descanso y poder quedarme en casa cuando fuera llueve y hace frío. Pero sobre todo la DAD nos ha permitido continuar nuestros estudios, nos ha ofrecido un método a través del cual podemos educarnos y al mismo tiempo estar seguros sin poner en peligro nuestra salud, a pesar de la emergencia sanitaria.

Por desgracia, me doy cuenta de que la verdadera escuela no es esto, no es pasar horas y horas delante de un ordenador encendiendo y apagando un micrófono o una cámara. La verdadera escuela es muy diferente, y me doy cuenta especialmente cuando durante las clases de vídeo nos enviamos mensajes sobre el grupo clase de whatsapp diciendo cosas espontáneas que así a distancia no tienen el mismo valor. Y me entristece pensar que pasé la mitad del cuarto año y casi todo el quinto año de liceo así, lejos de mis compañeros de clase. Los echo mucho de menos, echo de menos pasar el tiempo entre las mesas de la escuela, echo de menos reírme con ellos de repente sin razón en medio de una clase, Incluso echo de menos los pequeños lloros que a veces he tenido porque cada uno de ellos siempre estaba dispuesto a ayudarme y animarme de cualquier manera. En resumen, echo de menos mi normalidad, todo lo que antes consideraba obvio y banal, y probablemente también lo que antes pensaba que nunca me faltaría, la primera de ellas es la escuela.

Es cierto que se empieza a apreciar algo cuando ya no se tiene, y creo que esa es la lección más importante que el virus nos ha dado, porque yo misma, hasta hoy, daría todo por esas cosas simples. De hecho, probablemente, cuando por fin todo esto acabe, aprenderemos a apreciar y valorar incluso las cosas más simples, y tal vez cuando podamos volver a abrazarnos, nuestros abrazos serán más cariñosos y nuestras acciones más responsables.

Nunca pensé que habría asistido a una pandemia tan desastrosa,porque creía que estas cosas solo sucedían en las películas.

Pero hoy me doy cuenta de que incluso las películas a veces pueden hacerse realidad. Hay que ser fuertes, afrontar este momento unidos a pesar de la distancia, tenemos que apoyarnos unos a otros y no rendirnos, pero sobre todo respetar siempre las normas de seguridad, porque sólo así creo que podríamos salir pronto de esta situación, con la esperanza de que esto sea sólo una parte oscura y corta de nuestras vidas.

Immacolata Bonifacio 5C linguistico