Hoy en día, vivimos en una sociedad marcada en gran medida por la ignorancia y el
cierre mental, de ahí que uno de los métodos para escapar de estas “enfermedades”
que de una manera u otra infestan la sociedad, sea viajar.
Cuando se viaja y se conocen nuevas culturas, costumbres y estilos de vida, se
empieza a pensar y reflexionar de otra manera, nuestros horizontes se amplían
haciendo que reconozcamos que la diversidad que caracteriza el mundo es su
belleza mayor.
Por lo que se refiere a los jóvenes, una de las maneras para hacer estas tipologías de
experiencia, es realizar un año en el extranjero durante el cuarto año del liceo.
A mi entender es una experiencia que te mejora la vida bajo diversos aspectos.
Antes que nada, tienes la posibilidad de aprender casi a la perfección un nuevo
idioma haciendo amistad con los nativos.
Por otro lado, comienzas a relacionarte con una nueva cultura, y eso te da la
oportunidad de llegar a ser más abierto tanto mentalmente como interiormente.
Lo que me lleva a escribir este artículo es la llegada de María, una chica mexicana
que ha decidido transcurrir aquí, en Torre Annunziata, su año al extranjero.
Apenas mi clase y yo supimos que estaba a punto de llegar una nueva compañera,
pero sobre todo una nueva compañera mexicana, nos entusiasmamos mucho, de
ahí empezamos a organizarle una pequeña fiesta de bienvenida.
Adornamos el aula con unos globos, algunas chicas de las clases IV C y IV B
prepararon unos dulces y tartas para celebrar su llegada y las profesoras realizaron
una actividad de bienvenida con un power point con algunas diferencias entre Italia
y México, a la cual María participó oportunamente contando a toda la clase la
historia del escudo de la bandera mexicana.
De todas formas, cuando vino todos le dimos la bienvenida festejando un poquito y
desde entonces todos participamos en su integración ayudándola en esta nueva
experiencia educativa.
En todo lo que que acabo de mencionar, querría reiterar que a pesar de que
desafortunadamente nunca he tenido esta oportunidad, yo pienso que el año en el
extranjero es mucho más de lo que se suele creer.
A lo largo de este año se consiguen desarrollar muchos factores que conciernen la
individualidad de una persona y sus capacidades mentales.

Además de aprender nuevos idiomas y de estudiar, se aprende a vivir, se llega a ser
más independiente, se aprende a solucionar problemas por su propia cuenta, se
aprende a relacionarse con personas con estilos y pensamientos totalmente
diferentes, de ahí que esta experiencia sea no sólo de estudio sino también de vida.
Bueno, a modo de conclusión, querría añadir que, a mi parecer, se debería tratar
más de estos temas en el ámbito escolar, porque puede que muchos alumnos no
sepan de la existencia de estas posibilidades y también porque de igual modo se
sensibilizaría sobre este aspecto de la diversidad que puede enriquecer nuestros
conocimientos y nuestra visión de la vida.